miércoles, 26 de agosto de 2009

JUVENTUD Y PARTICIPACIÓN



Msc Mayela Coto G.


La juventud no es un bloque de población homogéneo, coherente e integrado, esta población está constituida por un conjunto de segmentos etarios, con diferencias culturales, que pertenecen a distintos estratos sociales y económicos. Todas características que influencia su comportamiento y la forma en que enfrentan las diversas situaciones

Los problemas sociales, económicos y laborales que enfrenta Costa Rica se proyectan de manera directa sobre la juventud, por citar un ejemplo la tasa de desempleo entre la población joven es el doble de la tasa de desempleo nacional, y proximadamente medio millón de personas entre los 15 y 26 años no trabajan ni estudian.
A pesar de la intensidad de su problemática, las posibilidades de influir sobre su destino y cambiar su realidad, son insuficientes o irreales posibilidades.
Lo anterior, unido a la incapacidad para suscribir la primera experiencia laboral, la ausencia de financiamiento adecuado para construir emprendimientos, así como los obstáculos para acceder a vivienda son condiciones que se unen para postergar su ciudadanía integral.

La situación se transforma más crítica para un amplio sector de la población joven (500.000) que no trabajan ni estudian por diversas razones y para quienes el acceso a las oportunidades está realmente ausente.

La pobreza limita las oportunidades de acceder a una educación e influye sobre los niveles de deserción escolar, condiciones que plantean otras formas de exclusión social asociadas a la adquisición de conocimientos, el desarrollo de competencias y destrezas para la empleabilidad y la inserción en un mercado laboral cada vez más exigente y competitivo.

La exclusión social tiene un importante contenido simbólico de marginación, en un mundo en que la identidad y el sentido de pertenencia pasan por la adquisición de bienes y el acceso a espacios de interacción, dos elementos simbólicos e integradores que permiten desarrollar cohesión social. En tanto el consumo refuerza el sentido de pertenencia a una generación y una sociedad definida por modas, tecnología y estilos de vida, pors su parte los espacios posibilitan compartir valores, normas, costumbres y pensamientos.

La ausencia de cualquiera de esas dos condiciones suscita sentimientos y sensaciones de marginalidad involuntaria con respecto al mercado y a la sociedad, es el inicio de la certidumbre de que no hay destino.

En este contexto la participación adquiere otro sentido, y las diversas manifestaciones de violencia cotidiana como las barras futboleras, la delincuencia y los conflictos en los centros educativos, son para las y los jóvenes una manifestación simbólica de la indignación, el desencanto y la frustración, un permanente recordatorio de la marginalidad y de la orfandad social, en donde la expectativa de la movilidad social cada vez es más un espejismo que choca con la realidad.

Cuando sus necesidades inmediatas están insatisfechas, y las oportunidades de participación sobre su futuro están mermadas, las y los jóvenes están imposibilitados para visualizar su participación política como una alternativa viable a corto plazo.
De ahí que en la medida en que un importante segmento de la población juven continue sumida en la orfandad social, la acción política no será una vía cercana para la transformación de su condición social y económica, por el contrario es visualizada como una representación más de exclusión a que los somete el mundo adulto .
Se hace necesario por lo tanto, dar un viraje en cuanto a la percepción y el abordaje de la población joven en particular y de la exclusión en general, ya que hoy día la pobreza más que nunca tiene rostro joven.

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