jueves, 30 de julio de 2009

CRÒNICA DE LA EXCLUSIÓN SOCIAL

VIOLENCIA URBANA, PANDILLAS Y BARRAS BRAVAS: JÓVENES PROTAGONISTAS DE LA EXCLUSIÓN

Msc Mayela Coto González

Consultora: Organización Iberoamericana de la Juventud (OIJ)
Guatemala, Mayo 2009
Seminario Iberoamericanao

La exclusión social es un fenómeno vinculado a las estrategias de desarrollo que históricamente han adoptado nuestros países para insertarse en el mercado internacional. Cada modelo económico involucra una forma de organización social, al tiempo que acentúa la inversión en las áreas y servicios que requieren fortalecer para incrementar sus ventajas competitivas. En la década de los años 80´s, las disposiciones adoptadas en el marco del nuevo modelo económico, afectaron especialmente a las poblaciones vulnerables, entre ellos niños y adolescentes, principales beneficiarios de los servicios públicos que brindaba un modelo de Estado hasta ese momento paternalista.

El proceso de deterioro social que se inició con disminución de la participación del Estado en los servicios públicos, hipotecó el futuro de niñas, niños, adolescentes y jóvenes de entonces. Hoy día lejos de saldar la cuenta pendiente, la deuda social del Estado con la juventud se extiende a generaciones presentes, quienes se enfrentan nuevas formas de exclusión vinculadas al continuo avance de la tecnología y de la globalización.

En tanto la brecha social se amplía, la institucionalidad por su parte se mantiene rezagada en la gama de alternativas para integrar a las políticas públicas a una generación cada vez más fragmentada por el acceso a la tecnología, al conocimiento y la segregación social.

1- Contexto Socio económico

El avance tecnológico, asociado a los procesos de apertura comercial experimentados por nuestros países, principalmente durante la segunda mitad del siglo XX, estimuló una serie de transformaciones sociales y económicas que afectaron las culturas e identidades nacionales. Fue a finales de los años 70´s, cuando se asentaron las bases para la globalización, a la luz de un modelo económico fundamentado en la innovación y la tecnología de la información y que propició cambios en la conducta y en el diario vivir de la juventud.

Los años 70´s, se caracterizaron por ser una época de profundas transformaciones culturales, de nuevas formas de organización social, y de gestión publica. Fue un período de fuerte ingerencia del Estado en los procesos económicos y sociales, sobre todo en lo relacionado con la definición y articulación de esfuerzos destinados a estimular el crecimiento del sector agroindustrial e industrial, la fuerza de trabajo fue integrada al sistema productivo a través de empresas estatales, que con el tiempo dieron origen a un mercado laboral institucionalizado. Durante esta etapa del desarrollo, el Estado asumió un rol protagónico como agente regulador e interlocutor, con fuertes criterios sociopolíticos, y no tanto económicos, lo que le valió para constituirse en el centro de resolución y de recepción de las demandas.

Durante esta etapa del desarrollo, el Estado abrió y legitimó un vigoroso espacio de participación a las representaciones populares, e hizo de la movilización una vía de articulación de lo político con lo social.

Fue un período en que el crecimiento económico subordinó el tema institucional a la necesidad de modernizar la economía, a través de dos vías:
- Fuerte inversión en tecnología e infraestructura
- Instrumentalización de la educación para generar conocimiento y desarrollo de capacidades para el manejo de la nueva tecnología.

La articulación de estos elementos, benefició a las generaciones jóvenes, para quienes la educación se constituyó en una vía para la integración y la movilidad social, esta situación coincidió con el surgimiento de corrientes de pensamientos y propuestas regionales referidas a la ejecución de procesos de desarrollo inclusivo y estrategias económicas nacionales de propias de Estados solidarios y benefactores.
Estas corrientes permearon la época con ideas que enriquecieron los movimientos sociales juveniles y les brindó una fuerte proyección política en el ámbito centroamericano, principalmente en las luchas a favor de los grupos sociales en desventaja y de los campesinos

Posteriormente, durante los años ochenta, la región centroamericana adoptó un nuevo modelo de desarrollo sustentado en Programas de Ajuste Estructural, que tuvo como principal objetivo alcanzar el crecimiento económico a través de medidas que facilitaran el funcionamiento y la regulación de los mercados financieros y cambiarios. Para esto, el Estado se vio en la obligación de redefinir su rol para transformarse en un ente facilitador de las condiciones requeridas con el fin de garantizar la provisión de servicios de intermediación, regulación y supervisión financiera para atraer la inversión extranjera e insertarse en las redes financieras mundiales

La instrumentalización de la eficiencia económica y de la autorregulación del mercado, suscitaron programas de privatización de servicios e instituciones públicas estratégicas, indujo a la reducción del Estado y al abandono de algunas de sus funciones en el campo social. Esta etapa marcó el fin del proteccionismo estatal prevaleciente hasta finales de los setenta, para dar origen a un modelo de desarrollo que priorizó la eficacia pública sobre los proyectos nacionales que anteriormente orientaron las políticas estatales.

La reducción se su ámbito de acción no le permitió al Estado continuar cumpliendo con las responsabilidades de planificación y de definición de mecanismos de intervención que garantizaran la equidad económica y la vigilancia de los procesos sociales, y el descontento generado en la población, que se sintió desprovista de soporte estatal, unido a “la pérdida de atribuciones y poderes para conducir procesos sociales, se manifestó en una creciente desconfianza hacia las instituciones públicas políticas y los mecanismos de representación” (Lathrop; 2003:38 en Coto M 2004).

Los vacíos dejados por el Estado en el campo social, la disminución del empleo en el sector público y la terciarización e informalización del mercado de trabajo, afectaron principalmente a los sectores medios de la población. A la vez que facilitaron el surgimiento de instancias alternativas de desarrollo y promoción social pertenecientes a la sociedad civil, quienes se adjudicaron el rol articulador entre las instituciones estatales y la población para dar pronta respuesta a las demandas sociales.

Aún cuando las medidas adoptadas en el campo económico resultaron eficaces para incrementar la entrada del capital externo y la inversión en tecnología, el costo social de la restructuración institucional, así como de la disminución en la inversión en los programas sociales, repercutió directamente, sobre la calidad de vida de los sectores más vulnerables, especialmente niños, jóvenes y mujeres jefas de hogar.

En el campo laboral, la situación no fue diferente, la promoción de programas de movilidad, carentes de propuestas para la creación de oportunidades laborales alternativas, incrementó los niveles de desempleo abierto y el trabajo informal. Aún cuando impulsaron iniciativas para generar un mayor equilibrio social, para la transferencia directa de recursos económicos a las poblaciones más pobres, mediante políticas sociales focalizadas, los esquemas utilizados con criterio meramente asistencialista, no permitieron establecer una política integral con mecanismos para el desarrollo y el acceso a las oportunidades.

Gradualmente, la cohesión social perdió terreno frente a la necesidad de buscar alternativas de subsistencia para frenar el deterioro de las condiciones de vida, en el ámbito juvenil los movimientos sociales, que durante años alimentaron la participación de organizaciones e intelectuales, se desarticularon. Las organizaciones sindicales entraron en crisis y frente a la figura de un Estado que había perdido centralidad y capacidad de articulación a nivel nacional, la lucha por las reivindicaciones sociales y políticas fueron desplazadas. En su lugar, surgieron proclamas en defensa de la identidad nacional, de los valores culturales y sociales, como preámbulo del nuevo modelo.

El fracaso de los modelos anteriores y la exploración de alternativas de desarrollo con un menor costo social, llevó a que en los 90´s se produjera un replanteamiento del papel de la cultura en la vida económica del territorio, fue de esta forma como el desarrollo se planteó desde la óptica del Capital Humano, en alusión a las habilidades y destrezas que poseen las personas para producir crecimiento económico. Este enfoque incorporó a las nociones económicas, aspectos relacionados con la cultura social y política de los países, como alternativa para mejorar la calidad de vida. El Capital Humano priorizó la satisfacción de las necesidades de las personas mediante el desarrollo de destrezas para la apropiación de la tecnología. En este contexto, la información y el conocimiento se convirtieron en un instrumento indispensable de los procesos productivos, para la generación de valor agregado.

Si el Capital Humano le dio relevancia a las aptitudes y al conocimiento, el enfoque de Capital Social, fortalecido durante la segunda mitad de los noventa, revitaliza las normas y valores compartidos, hábitos y ejemplos de liderazgo, como condicionantes para transformar la organización social en materia prima para generar relaciones de pertenencia comunitaria, desarrollar capacidad de trabajo en grupo y fortalecer el marco político y económico. A diferencia de los enfoques tradicionales, centrados en las carencias, el Capital Social, reconoce el valor agregado y la funcionalidad económica de la interacción y de la organización social.

Este modelo concibe al Estado como un socio más del desarrollo que, a diferencia de las épocas anteriores, cumple sus funciones con base en una serie de acciones tendientes a la descentralización y al traslado de competencias del ámbito nacional al local al tiempo que confiere a la sociedad civil un papel más activo en el proceso de elaboración y ejecución de los programas sociales.

Sin embargo, al tomar como parámetro el caso de Costa Rica, para analizar la viabilidad de este modelo sustentado en las destrezas individuales, de acuerdo con los datos de la Encuesta Nacional de Juventud, observamos como el rezago educativo limita el desarrollo de estas destrezas y habilidades requeridas al 51.4% de las y los jóvenes entre los 18 y 24 años que no estudian en la actualidad.(CPJ, 2007:39).

Esta población, que no cuenta con las destrezas a las que alude el Capital Humano, y que además no posee los espacios para su desarrollo social, difícilmente tendrán las habilidades que demanda la construcción de Capital Social, por el contrario aumenta la probabilidad de quedar excluidos del acceso las nuevas tecnologías y a los espacios laborales que se presentan con la globalización,

2- Juventud y Ciudadanía

Actualmente nuestros países transitan por la era del conocimiento global, en donde la cultura, los valores, la capacidad para la innovación, la calidad de vida y la educación constituyen el mejor contexto para el desarrollo de una sociedad rica en Capital Humano y competitiva a nivel económico.

La simultaneidad de la comunicación asociada a la reducción del tiempo-espacio, rompió con las concepciones históricas, geográficos y culturales tradicionales, la nación se extendió más allá de los límites territoriales, emergieron nuevos códigos establecidos por el mercado y la publicidad, que articularon los procesos de transmisión y formación de valores, normas y costumbres.

La tecnología se transformó en uno de los principales instrumentos utilizados por la juventud actual para la construcción de sus estilos de vida, les permite mantenerse al día con los acontecimientos del mundo externo, con lo último de la moda, la música moderna, a la vez que acceden a nuevos círculos de relaciones dentro y fuera de su país. El ciber espacio constituye el lugar de encuentro por excelencia, en donde convergen un abanico de oportunidades de estudio, empleo y desarrollo personal, que moldea la vida, los valores y la percepción de futuro de las generaciones actuales.

No obstante estas oportunidades no se encuentran al alcance de todas las personas jóvenes, en un mundo dominado por las imágenes, los medios de comunicación masiva y la propaganda, donde los referentes identitarios que se construyen corresponden a realidades dislocadas de la inmediatez de la vida cotidiana, aún persiste un alto porcentaje de sectores juveniles para quienes la tecnología y las ventajas que se derivan de la globalización, lejos de constituirse en una circunstancia para su desarrollo, plantean nuevas formas de exclusión en términos de acceso, debido entre otras, a la situación socioeconómica, a la carencia de herramientas, de destrezas y de conocimiento. Para este alto porcentaje de jóvenes doblemente excluidos, el único referente sólido que tienen para definir su proyecto de vida, es su entorno inmediato, caracterizado en la mayor parte de los casos, por la pobreza, la violencia, las drogas y la agresión.

Si la condición de ciudadanía, es un proceso dinámico, que responde a características que tienen que ver con la exclusión o inclusión social, económica y cultural, en la cual se identifican derechos y deberes, necesidades y acceso a las oportunidades, que se transforman y adaptan a las características y requerimientos específicos de la población en diferentes épocas, es preciso reconocer que desde los años 80´s, con la disminución de la inversión social, el Estado acumula una deuda: el déficit de ciudadanía con las personas jóvenes.

Para una sociedad fragmentada y acentuada por las desigualdades, la ineficiente “administración” del nuevo modelo y las sociedades definidas por Castells como “sociedades en red”, proyectan un deterioro multidimensional que se manifiestan en la economía, el trabajo, la familia, la cultura, así como en la construcción de entornos y espacios para la expresión y la interacción social.

“Vivimos en un mundo en el cual las imágenes hacen posible que la integración simbólica y material de una parte de la población juvenil económica y socialmente privilegiada se produzca sin mayores problemas. En contraposición a un sector mayoritario perteneciente a los sectores más pobres y algunos medios, para quienes a capacidad de apropiación de lo simbólico o material resulta más difícil, ya que aún cuando podrían tener acceso a la tecnología y a las imágenes que les transmite el mercado, no poseen los conocimientos y habilidades para posicionarse y transformar este acceso, en oportunidades para su desarrollo y mejoramiento de sus condiciones de vida. Es la negación de la ciudadanía, pero esta vez expresada a través de la brecha digital además de la social, es la diferencia entre ser un consumidor de mensajes y valores, o ser un productor de sus propios mensajes” (Coto. M: 2004: 8).

3- Segregación Social

Otro elemento que influye directamente sobre las oportunidades de desarrollo de la población joven, es el ambiente inmediato en el cual se relaciona y convive con sus pares. Las comunidades como representaciones territoriales de interacción social, son portadoras de identidad, son el espacio en donde se entrelazan vivencias que reproducen valores y formas de comportamiento, son también el tejido social en que se forjan ventajas o desventajas para el proceso de desarrollo individual y la construcción del proyecto de vida de niños y jóvenes.

Sin embargo, uno de los peligros más tangibles que corroe la cultura pública, es la política del miedo cotidiano a las calles inseguras, que aleja a las personas de los sitios públicos y les impide apropiarse de las artes, y oficios cotidianos necesarios para revitalizar los espacios de convivencia comunitaria que generan interacción y articulación de ese tejido social, solidario e integrador. El temor y el sentimiento recurrente de amenaza, induce a que en los alrededores de ciudades amuralladas con servicios de calidad y espacios para la recreación, subsistan también comunidades empobrecidas, carentes de servicios básicos, en donde los limitados espacios recreativos son tomados por la delincuencia, en tanto los niños, niñas y jóvenes se ven confinados a la recreación dentro de sus hogares.

En los grandes residenciales, la vigilancia se realiza se realiza con sofisticados mecanismos de seguridad, en contraposición al voluntariado de los vecinos en las comunidades vulnerables, quienes arriesgan su vida cada vez que denuncian actos de delincuencia o cuando combaten la drogadicción que acosan a sus hijos.

Desde esa perspectiva, cada vecindario iinfunde su propia identidad y significado a la idea de “una forma de vida aceptable” para su comunidad, mediante normas de control social que se interiorizan con la reproducción de acciones y conductas cotidianas. De ahí que las comunidades hoy día, se constituyen en territorios en donde el distanciamiento con respecto a otras formas organizativas y otras conductas, incompatibles con sus referentes cotidianos, es esperable y justificado, así como lo externo y lo diferente al entorno inmediato, constituye una amenaza para la estabilidad y la convivencia.

Hoy día nuestras niñas, niños, adolescentes y jóvenes, crecen en comunidades fragmentadas, con murallas y las rejas que dividen el territorio entre ricos y pobres, entre quienes pueden pagar por servicios de calidad y quienes deben sufrir la consecuencia del deterioro de los servicios, entre quienes tienen parques recreativos y quienes están confinados a utilizar las calles, lotes baldíos o botaderos de basura para recrearse. Nuestra juventud se desarrolla carente de espacios socialmente integradores, víctimas de la segregación territorial y la exclusión, en una sociedad en donde la construcción del otro se forja a partir de la desigualdad, la desconfianza y el temor. Para ellos la cultura y el arte, dejaron de ser elementos de recreación y cohesión social, para transformarse en factores de exclusión y discriminación social.

3- Marco Institucional

En tanto la juventud se enfrenta acelerados procesos de cambio tecnológicos e informativos, así como a los desafíos que les plantea las diversas formas de segregación y exclusión, el accionar de las instituciones dejó “al descubierto la poca capacidad de su gestión social para adaptarse a las demandas y necesidades surgidas de la población en general y de la juventud en particular, en un mundo cada vez más globalizado” (Coto. M, 2004: 9). Ante la ausencia de un marco institucional que articule la oferta programática, con demandas y necesidades, que además brinde acceso real a las oportunidades, las y los jóvenes rompieron con los esquemas tradicionales de socialización para construir sus patrones de conducta a través de la interacción social entre pares.

En su afán por encontrar espacios para la participación y la toma de decisiones, niños, adolescentes y jóvenes se apropian de sitios públicos y redefinen el significado simbólico de las calles y los barrios, a la vez que construyen sus propias normas que reivindican formas alternativas de participación social. En este contexto, la identidad del “grupo” de referencia se precisa desafiante, frente a un sistema diseñado por adultos y para adultos, en donde sus necesidades, percepciones y demandas no tienen cabida.

Las dificultades institucionales para articular sus ofertas con las demandas de esta población, así como la ausencia de oportunidades para acceder a los procesos de toma de decisión, los marginan de la institucionalidad y les limita las posibilidades de adquirir destrezas para organizar estrategias de cambio social, por lo que resulta común que la juventud genere procesos organizativos endógenos y trincheras desde donde impulsan pequeños objetivos, con la finalidad de satisfacer necesidades puntuales de bajo impacto social: organización de festivales para plasmar viajes, torneos, entre otros

Desde finales de los 80´s, el Estado acumula una deuda con la población joven que aún permanece sin saldar, en la actualidad cuando el modelo económico requiere del uso intensivo del conocimiento y la tecnología, así como de una educación sustentada en el desarrollo de la capacidad para la innovación, con el fin de garantizar la inserción efectiva en un mercado laboral cada vez más competitivo, la pobreza que vive el 38% de los jóvenes entre 15 y 24 años, así como la indigencia del 13,5%, que según datos de la CEPAL afectaba a la juventud de América Latina, carecen de una respuesta institucional integradora que brinde alternativas reales para el trabajo y para mejorar sus condiciones de vida. Esta situación transforma en víctimas y victimarios a las y los jóvenes, quienes encuentran en las organizaciones violentas, una forma para satisfacer sus necesidades y demandas, en un intento por visibilizarse ante el mundo que los rodea.

La pobreza, la exclusión y la segregación sin respuestas públicas adecuadas, propician que institucionalmente la juventud, que durante los años 70´s fue símbolo y actor protagónico del desarrollo económico, hoy día sea visualizada como un problema social y de seguridad ciudadana, que debe ser erradicado

Cuando las instituciones no responden a las necesidades de la juventud y el Estado no establece estrategias para su integración social, la población joven se transforma en terreno fértil para un mercado que compite para llenar esos vacíos con estilos de vida “engañosamente integradores” y aparecen nuevos referentes simbólicos que los organizan y los convocan, otorgando al concepto de ciudadanía una nueva condición en donde el consumo, la apariencia, la ropa y los tatuajes se vuelven símbolos de referencia ciudadana, y la delincuencia organizada se transforma en un medio alternativo para alcanzar la ciudadanía y el reconocimiento.

Hoy día la ausencia de políticas sociales eficaces e inclusivas, además de hipotecar el futuro de sectores cada vez más jóvenes, también comprometen la estabilidad política y social de nuestros países.

Bibliografía

Consejo Nacional de la Política Pública de la Persona Joven: “Primera Encuesta Nacional de Juventud”. UNFPA2207

Coto G. Mayela, “Contribución del Voluntariado en la Construcción de Capital Social; Análisis de Dos Casos", Tesis de Grado. FLACSO, 2005

Coto G, Mayela, “Observatorio Regional de la Juventud” CEDAL/CELAJU, 2004

Lerner Rish Erik, “El valor de las Culturas en los Procesos de Desarrollo Sustentable” Departamento de Cultura de Cataluña, 2005

Naciones Unidas, “ Situación y Desafíos de la Juventud Iberoaméricana” 2008